martes, 21 de enero de 2014

Crónicas del Cortijo


Los “Sanantones


            La mayoría de vosotros os preguntaréis que qué carajo es eso. Pues bien, esa palabreja es muy típica de las zonas rurales y simplemente es la forma corta de referirse a las hogueras de la víspera al día de San Antón. Una tradición que proviene de siglos atrás y que por desgracia se va perdiendo en las zonas rurales más pequeñas, y en otras zonas ha ido variando con el paso del tiempo hasta convertirse en una fiesta con mayor o menor popularidad. Se celebra en muchos puntos de España, si bien yo me voy a referir a la de la cortijada de donde son mis padres y donde pasé mi infancia: Una pequeña barriada de Sorbas, salpicada de pequeños cortijos, y donde en muchos aspectos, la gente mantiene muchas de las tradiciones de antaño. Más adelante hablaré de todas estas tradiciones, antes de que vayan quedando en el olvido.

            La noche del pasado Jueves, día 16, es la noche de los Sanantones, y aproveché que podía, para ir al cortijo, ya que hacía más de diez años que no por cuestiones de trabajo u otras no había podido ir.

            A lo largo del día se va haciendo acopio de leña, ramas de la poda, etc., y se van amontonando en el centro de la era (normalmente por aquí cada cortijo tenía su era propia o varios compartían una) formando el Sanantón.

            Al caer la noche se va reuniendo la familia, vecinos, amigos, en torno al Sanantón. He de decir, y recuerdo, que antiguamente íbamos de casa en casa a ver los de los demás vecinos. Era común hacer como una especie de competición para ver cuál era la hoguera más grande. Se le prende fuego a la vez que se tiran petardos, cohetes, carretillas, y suele dispararse unas cuantas veces al aire con las escopetas en honor a San Antón, el patrón de los animales. Esta tradición se hacía para que los animales domésticos permanecieran sanos, ahora ya hay pocos en las casas, pero antes en todos los cortijos había mulos, burros, cabras, conejos, gallinas, cerdos…

            Cuando las llamas ya no son tan altas, los jóvenes y todo aquel que quería, saltaban la hoguera para atraer salud y suerte. Cuanto mayor era la hoguera, más riesgo entrañaba, había hogueras donde el salto que había que dar para no pisar las ascuas era considerable…

            Me hizo ilusión rememorar aquellos tiempos, saltar la hoguera, y pasar un buen rato con familiares y amigos, porque después de todo ese ritual de saltos, pólvora, etc., viene el asar productos de la matanza en las ascuas y beber el buen vino que se preparó con anterioridad… así que imaginaos que buen final para la noche…



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