sábado, 30 de enero de 2016

LECTORES COMO COLORES


            En este mundo hay tantos lectores como motivaciones que arrastran a estos para decidirse por llevarse a casa un libro u otro. Por unas semanas he podido disfrutar – y digo disfrutar porque me ha parecido más un regalo que un empleo – del noble trabajo de ser librero, del contacto directo con los lectores, pero desde otro punto de vista que no es el del escritor.

            He visto casi de todo, he conversado con muchas personas, y he tratado de hacer una especie de catalogación del lector o no lector que se acerca a ver, tocar, hurgar, y quién sabe, llevarse unos libros a casa. Así pues, a grandes rasgos agrupo a los lectores en cinco grupos:

     - Aquellos que compran por necesidad, porque les hace falta para su vida diaria. En este grupo incluyo a estudiantes, abogados, profesores, tarotistas, fotógrafos, etc.

     - Los que compran con plena intención, para ellos, los que realmente son apasionados de la lectura. Suelen leer de todo, se llevan varios libros de una tacada y a los dos o tres días vuelven a por más.

     - Compradores impulsivos. Aquellos que son lectores pero a la vez buscan únicamente algo que les guste, libros que les apetece leer, les ha llamado la atención o lo han escuchado recomendar. Estos lectores son los que se dejan llevar por las portadas y/o sinopsis, por las listas de ventas de periódicos, revistas o internet; por todo lo que lleve el adjetivo best seller o por la recomendación de su mejor amigo.

     - Después están los que denomino buscadores de libros-objeto, quienes buscan un libro para regalárselo a alguien o incluso como mero elemento decorativo (sí, como lees, y más adelante pondré un ejemplo)

     - Los que pasaban por allí y se fijan en los libros de ocasión. A este tipo de lector le atrae en ocasiones el precio, la antigüedad del libro o lo raro de esa edición. Son personas que ya lo han leído pero que quieren tenerlo, otra vez; aunque sea repe.

            Como ya he dicho, se ve de todo y se trata con gente muy diversa cuando uno está detrás del mostrador. He disfrutado mucho hablando de libros, de autores, de géneros, de editoriales y de todo, con los clientes; me he sentido orgulloso de aquellos que se dejaban guiar ciegamente por el criterio del librero - en este caso, yo -.

            He visto a clientes que han llegado, han echado un vistazo rápido, han escogido un libro – yo diría que al azar – y al pagarlo han reconocido tan tranquilos que no leen y seguramente ni lo abrirán, pero les apetecía comprarlo.

            Un señor que venía preguntando por un calendario zaragozano y acabó llevándose una veintena de libros de Julio Verne, o la que vino buscando el último libro de Megan Maxwell y se llevó una docena de novelas de Nora Roberts.

            He conocido a ese hombre que se pone a juntar monedas de cinco céntimos y ve que no le llega para comprar a sus hijos un par de libros de colorear y pegatinas que cuestan dos euros y al que acabas por ponerle los 36 céntimos que le faltan para que los niños se vayan contentos y el padre agradecido.

            He visto como una señora se llevaba un Quijote porque el dibujo de portada era como un cuadro y quedaría muy bonito en la vitrina de la salita.

            He fruncido el ceño al ver lectores que creían saberlo todo y pensaban que su criterio era el mejor para discernir quién es mejor, si Christie o Hesse.

            He observado atónito cómo un chaval se acercaba corriendo a los libros infantiles para pedir a su papi un libro de los Cars, y este le decía que si no prefería mejor una hamburguesa…

            Me ha cautivado una lectora entrada en años que había leído cientos de libros - y se notaba porque los conocía al dedillo - pero que confundía a todos los autores.

            He mirado con cariño a los abuelos que se acercaban buscando comics de El Jabato o El Capitán Trueno y te decían que a pesar de los años, seguían coleccionándolos.

            Y he sonreído cuando una madre ha venido preguntándome si tenía un libro que le había pedido su chiquilla, «un me enamora en once semanas, te amo en semanas o algo así», y cuando le contestaba que claro que sí, y que podía llevárselo dedicado porque el autor era yo, la sorprendida era la señora, pero al segundo ya estaba diciéndome «Mariola, mi niña se llama Mariola, que qué ilusión le iba a hacer».

            Hay lectores para todos los gustos y colores, de todo tipo, con sus rarezas, sus extravagancias, sus manías, llamémosles como queramos. Supongo que a los escritores nos pasa lo mismo.

            Lo que sí puedo asegurar es que sin ellos, los que escribimos, no seríamos nada. 

Un hurra por esos lectores y esas lectoras.


Fran Cazorla

miércoles, 20 de enero de 2016

“EN BUSCA DE LA EDITORIAL ANHELADA”

Últimamente más de una persona me ha preguntado sobre el porqué no envío mis manuscritos a las grandes editoriales, o ya ni eso, a las medianas y pequeñas editoriales, y me refiero con lo de editoriales a las llamadas tradicionales.

            Quien me conoce sabe lo que recelo de la mayoría de editoriales, y sigo en el convencimiento de que o fichas por una realmente grande, o tendrás que seguir trabajando muy duro en promocionarte y hacerte un hueco, eso sí, haciendo que los mayores beneficios se los lleven otros.

            Pero no es el tema del que quiero hablar. El caso es que después recordar algo parecido que leí no recuerdo dónde, de alguna que otra amena charla y confrontar puntos de vista y experiencias con editores y escritores, he estado reflexionando sobre esa figura que tenemos en los altares y que denominamos editor, esa persona que en un momento dado tiene que decidir con un o un No sobre una obra.

            Como si fuese un cambiapieles de Juego de Tronos, trato de entrar por un instante en la mente de un editor, y lo primero que pienso es que antes de editor, soy un lector. Imagino que llegan cientos de manuscritos al año, de los que pocos, muy pocos, llegan a ver la luz.

            De ahí la enorme importancia que adquiere la forma en la que tu manuscrito llega a manos del editor. Creo que hay varios puntos que cualquier escritor que busque impresionar a una editorial, ha de seguir:

1. Corrige muy bien tu manuscrito. Sí, y esto es innegociable. Lo corriges tú, se lo das a alguien para que lo corrija también, y vuelves a corregirlo de nuevo antes de enviarlo. Ya sé que siempre se puede escapar una errata, pero trata por todos los medios que tu manuscrito no haga sangrar los ojos del editor en las primeras páginas.

2. Envía una carta de presentación correcta y breve. Con esto digo que no te explayes contando cosas innecesarias. Con nombre y apellidos, dirección, teléfono y mail casi que basta. Si eso, añade si has publicado más libros, pero ya. No pongas los tropecientos premios que tienes (los del ayuntamiento de tu pueblo, etc) porque no impresionarán, ni tampoco si has ganado algún premio de relevancia nacional (ya te conocerían). Tampoco digas a qué te dedicas ni a que personas importantes conoces. Eso no interesa al editor. Ah, y otra cosa que he visto por ahí… No pongas que tu obra está registrada en la Propiedad Intelectual… parecerás un desconfiado… Con que la tengas registrada (que es lo primero que se hace) es suficiente.

3. Procura ser humilde. Con un Les envío este manuscrito para su valoración. Gracias es suficiente. No pongas que sería un honor para ti formar parte de los autores de la editorial y cosas por el estilo. Tampoco digas que eres un superventas por tu cuenta, que te pareces escribiendo a tal escritor o que tu obra tiene semejanzas con otra ya conocida mundialmente. De verdad que no hace falta, un editor conoce muy bien el mundillo.

4. Envía tu manuscrito completo pero incluye un resumen en poco más de una página. ¿Por qué? Porque puede que lo mejor de tu historia esté al final pero que el editor abandone la lectura en la página veinte. Piensa que al editor no le va a importar que le destripes la historia.

5. Nunca digas que es el comienzo de una saga… Posiblemente no le interese. Es mejor que sea una historia cerrada pero que deje la puerta abierta a que el mismo editor piense podría tener una segunda parte. Así te aseguras tener más posibilidades de ser publicado, y si lo hacen, de que te publiquen una continuación.

6. Y por último, controla tu ego. Nos pasa a todos, nos creemos lo más, que nuestra obra será un Best Seller y aspiramos al premio Planeta, pero la realidad siempre es muy distinta. Asume que lo más probable es que jamás te contesten, y si lo hacen será con un Gracias pero no entra en nuestra línea editorial. Por tanto, no llames a la editorial, no las frías a mensajes ni las persigas por las redes sociales. No te harán caso por ser pesado, en todo caso, ocurrirá lo contrario.

            Pero como yo digo… por intentarlo no se pierde nada… pero hazlo bien. Suerte.


Fran Cazorla